Un desierto blanco y absolutamente plano de más de 10.500 km2 de superficie. Blanco de blancos, sin importar a donde miremos y de repente, como por arte de magia, una fina capa de agua cubre la superficie y la transforma en espejo de un cielo siempre distinto, cambiante cada minuto, robándose los colores de la paleta del pintor.
Salar de Uyuni, a 300 km de La Quiaca, el “viaje” no es ir, el “viaje” es estar allí.
Fotografías: Erick Rodríguez Etchart